Existe un fenómeno llamado acomodación, que hace que los receptores sensoriales se habitúen a los estímulos y los deja de percibir.
Por eso, no notas el reloj que llevas en la muñeca, o después de un tiempo, dejas de percibir un mal olor.
La contracción de los músculos genera calor.
Cuando sientes mucho frío es probable que empieces a, tiritar. El efecto es la contracción rápida de muchos músculos para calentarnos en poco tiempo.
El sentido del equilibrio depende de los movimientos de un líquido que hay en el interior del oído.
Aunque no lo creas, tu cuello y el de una jirafa tienen el mismo número de huesos.
¡Ojo, el mismo número, pero no el mismo tamaño!
El hueso más pequeño del cuerpo es el estribo, un huesecillo del oído que mide más o menos 2,5 milímetros.
El hueso más largo es el fémur, que mide de media entre 40 y 50 centímetros.
Para caminar, necesitas mover unos 200 músculos distintos. Una cifra sorprendente, ¿verdad?
Además, el peso de tus músculos es aproximadamente la mitad del peso completo de tu cuerpo.
Los huesos del cuerpo humano son más resistentes que el hormigón.
Esta resistencia va aumentando desde el nacimiento hasta los cuarenta años más o menos, pero luego empieza a disminuir.
Cuando eras bebé tenías papilas gustativas por toda la boca.
Después, según fuiste creciendo la mayoría desaparecieron y quedaron papilas gustativas, prácticamente solo en la lengua.
Eres capaz de detectar muchos más olores de lo que imaginas.
Te sorprenderá saber que una nariz entrenada es capaz de recordar cerca de 10 000 aromas diferentes.
Responde las siguientes preguntas: